Contestamos desde nuestras páginas a las desafortunadas declaraciones realizadas por Ian Andersen, portavoz del director general de la DG Interpretación de la Comisión Europea, en las que justificaba el hecho de que el español a partir de ahora ya no se cuente entre las lenguas “fijas” de las ruedas de prensa de dicha institución.

El pasado domingo 27 de febrero, un diario de ámbito nacional publicó un artículo llamado “El español, contra las cuerdas en la UE”, que se hacía eco de unas declaraciones de Ian Andersen (foto), portavoz del director general de la DG Interpretación de la Comisión Europea, en las que justificaba el hecho de que el español a partir de ahora ya no se cuente entre las lenguas “fijas” de las ruedas de prensa de dicha institución, como venía sucediendo hasta la fecha, con afirmaciones como la de que “…no se puede pretender que el que alguien escribiera un libro muy importante hace 400 años sea un argumento para defender una lengua en el siglo XXI” o que “…no entiendo que se contraponga el orgullo nacional a una práctica racionalizadora en el uso de los escasos recursos disponibles. El orgullo nacional nos lleva a lo que ocurrió en Yugoslavia”.
Perplejos ante semejantes declaraciones, hemos creído oportuno hacerle algunas aclaraciones al señor Andersen, y aunque sospechamos que mucho español no habla, pues nadie que se haya interesado mínimamente por nuestra hermosa lengua puede llegar a decir nunca semejantes cosas, estamos seguros de que dado su entorno de trabajo, algún voluntario habrá que le traduzca nuestras palabras.

El español, por número de hablantes, es la tercera lengua del mundo. Nuestra lengua es además el segundo idioma hablado en Estados Unidos, donde cadenas de radio y televisión emiten totalmente en español. Y por razones estrictamente económicas es la lengua que más se estudia como idioma extranjero en una gran mayoría de países no hispánicos de América y Europa. Es lengua oficial de numerosos organismos internacionales, como la Unión Europea –como bien sabe el señor Andersen–y la ONU. Es también la segunda lengua más consultada en Internet. Se encuentra además entre las cinco lenguas más utilizadas del mundo, junto con el inglés, el francés, el ruso y el chino. El número de usuarios del español en países donde es idioma oficial era en 2004 de de 332.610.000, a los que hay que sumar los de aquellos países en los que nuestra lengua no es oficial, entre los que cabe destacar los 38.800.000 que también en 2004 había en Estados Unidos. Es decir, hay prácticamente 400 millones de hispanohablantes en el mundo.
¿Le parece este al señor Andersen un argumento más importante para defender nuestra lengua en el siglo XXI que el que Cervantes escribiera su Quijote en español hace 400 años?
Es cierto que los que tenemos la suerte de hablar español sentimos orgullo por nuestra lengua. Ya decía Carlos I de España y V de Alemania que “…el alemán es el idioma para hablar a los caballos, el francés para los caballeros, el italiano para las damas y el español… para hablar con Dios”. Pero de ahí a que España se oponga a lo que el señor Andersen llama “práctica racionalizadora” por orgullo nacional, va a ser que no. España tiene muchas razones para exigir que su lengua esté al mismo nivel que las tres lenguas de trabajo de la Comisión Europea, el inglés, el francés y el alemán. Razones históricas, culturales, objetivas, como las que hemos expuesto anteriormente, y muchas más, basadas en hechos, cifras y estadísticas perfectamente documentadas.
Si tenemos en cuenta además que los corresponsales españoles en Bruselas forman el segundo grupo, en número, de los corresponsales de la UE presentes en Bruselas, el que el español no se utilice de oficio precisamente en las ruedas de prensa de la Comisión Europea es si cabe aún menos comprensible.
Por otra parte, que nosotros sepamos –y que nos corrija el señor Andersen si nos equivocamos– el lamentable conflicto de la ex Yugoslavia no respondió precisamente a razones lingüísticas, con lo cual su comparación está de más.
Le recomendamos pues a don Ian que se documente, se informe, reflexione sobre sus palabras… y dimita de su cargo, pues un portavoz de la DG Interpretación de la Comisión Europea debería como mínimo estar al corriente de las características de las lenguas de nuestra Unión Europea… o al menos no dejar tan patente su ignorancia sobre las mismas. Y que se matricule el próximo curso en el Instituto Cervantes, cuya dirección puede encontrar en nuestro directorio. Aprender español es muy saludable…
Txema Muñoz
Presidente de Hispagenda a.s.b.l.